Desde sus inicios, Caravaggio luchó por reencontrarse con los real y lo natural. Su talento extraordinario habilita para que sea considerado el verdadero fundador del género de la naturaleza muestra, en efecto, los coleccionistas comenzaron a disputarse sus obras. Caravaggio solía decir que para hacer un cuadro de flores se requería tanto trabajo como para hacer uno de figuras.
Por otra parte, fue un artista que provocó el escándalo por su falta de decoro, algunas de sus sorprendentes pinturas eran rechazadas por exceso de realismo.
Mateo es sorprendido con sus compañeros en una sencilla estancia habilitada como cuerpo de guardia. Es invitado por Cristo para seguir su vocación. Entre los protagonistas se recrea un diálogo gestual: a la derecha, Jesús (parcialmente cubierto por Pedro) alza la mano derecha para señalar a Mateo que, sorprendido se señala a sí mismo como pidiendo una confirmación.
La disposición de la luz, orientada con gran precisión, señala la clave de lectura de la obra: una franja luminosa que precede de la derecha y se proyecta sobre la pared y sobre la polvorienta ventana, indicando la dirección que la mirada del espectador debe seguir.
En un ambiente como el de la escena, marcadamente humilde y realistas, la luz alude simbólicamente a la gracia divina que irrumpe en la vida cotidiana.
La obra de Guercino, el resultado de una vida larga, puede parecer contradictoria. En sus comienzos, sus trabajos desbordaban de ímpetu y dramatismo, los dominantes claroscuros se contraponen con las otras de la madurez, con imágenes claras, lisas, nítidas y clacisistas.