El mundo islámico es basto y heterogéneo. Incluye árabes, turcos, persas e incluye varios países y diversas sectas religiosas. Sin embargo, todos los pueblos islámicos tienen algo en común, la sentencia que reza: No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta. Y sin embargo, pese a esta amplia variedad, las manifestaciones artísticas producidas por todos estos pueblos, poseen una uniformidad singular y distintiva.
Las mejores expresiones de la arquitectura islámica se hallan en los templos. Las mezquitas, construidas a lo largo de los siglos, exhiben intrincados dibujos geométricos de mosaicos, azulejos y alfombras.
La caligrafía árabe conforma además una de las contribuciones más importantes del islam a las artes plásticas. En efecto, la escritura confiere realidad visible a la palabra de Alá, contenida en el Corán. De esta forma, la misma palabra escrita fue convirtiéndose en un objeto de culto y las manifestaciones artísticas cultivaron la elegancia y la significación religiosa. Con el objeto de propiciar la creencia en un único dios, la prohibición de la representación de figuras humanas que favorecieran la idolatría, contribuyó inevitablemente al desarrollo de las formas artísticas no figurativas. De esta forma se explica en parte el desarrollo de la caligrafía y la ornamentación geométrica que caracteriza al arte islámico.
Sin embargo, el arte secular, patrocinado por los soberanos, se alejaba de las reglamentaciones teológicas y buscaba incluso inspiración en tiempos pre-islámicos. Por ejemplo, en la antigua Persépolis puede verse finas esculturas en piedra ilustrando la vida cortesana, como la caza de leones y la entrega de tributos, temas que siguieron apareciendo en el arte islámico posterior.
Los motivos geométricos y abstractos provenían de una fuente diferente: los elementos. En los áridos ecosistemas de los países islámicos, el agua, el sol y la fertilidad eran preocupaciones central para la supervivencia. El agua que surgía por entre las arenas del desierto, tenía un significado especial como fuente de vida, el vaso como receptor de ese elemento, era un símbolo importante en las artes decorativas.
El sol, las estrellas, los planetas, eran realidades cercanas para las gentes que vivían bajo el claro cielo del desierto y fueron una notable inspiración artística. Por ejemplo, la representación de un medallón central rodeado de intricadas formas secundarias que suele encontrarse en los azulejos de las cúpulas de las mezquitas, es una transposición abstracta del solo, los planetas y las estrellas en el orden cósmico que aparecen en el firmamento. En progresión geométrica, lo grande se refleja en lo pequeño y viceversa. Los estanques reflejan en su agua las estrellas y a su vez el cielo se convierte en una tierra inconmensurable en donde las estrellas parecen trocarse en flores de primavera. Estos símbolos aparecerán también en los diseños de las alfombras.
El mundo islámico es basto y heterogéneo. Incluye árabes, turcos, persas e incluye varios países y diversas sectas religiosas. Sin embargo, todos los pueblos islámicos tienen algo en común, la sentencia que reza: No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta. Y sin embargo, pese a esta amplia variedad, las manifestaciones artísticas producidas por todos estos pueblos, poseen una uniformidad singular y distintiva.
Las mejores expresiones de la arquitectura islámica se hallan en los templos. Las mezquitas, construidas a lo largo de los siglos, exhiben intrincados dibujos geométricos de mosaicos, azulejos y alfombras.
En la arquitectura islámica hay dos estructuras principales, la mezquita y el palacio.
La mezquita es pues, un edificio religioso, pero carece de altar o cualquier otro punto que polarice el culto, el único punto de referencia es el mihrab, una especie de hornacina, orientada hacia La Meca.
El palacio, es un complejo de edificios y pabellones, cuyo punto central es la residencia del Sultán.
La mezquita, al igual que la catedral medieval, era un centro en donde se desarrollaban funciones sociales, cívicas y religiosas. Así, era el centro de al ciudad o el pueblo. Existen tres plantas básicas, cada una de las cuales corresponde aun clima y a una herencia cultural de su país de origen. Las tres son de plano abierto, con cuatro iwanes y una cúpula.
Es el más sencillo y permite que los creyentes tengan "acceso" a Alá sin ningún obstáculo intermedio ni obstrucciones innecesarias a los movimientos correspondientes a los ritos de oración diarios. Este tipo de plano abierto se usó durante la dinastía de los Omeyas (s.VI y VII) y sigue siendo la planta más usual en los países árabes en la actualidad.
Este diseño, frecuente en Irán , presenta, tras la nave de oración, una gran sala que soporta la cúpula, también de gran tamaño. Las cúpulas de ladrillo de "doble capa" de los santuarios persas son notables por su intrincada estructura geométrica interior, que contrastan abiertamente con la suave curvatura de los azulejos exteriores. Un buen ejemplo de este diseño es la mezquita de Masyid-i Yami de Isfaján.
Este fue el más frecuente durante el período otomano. A diferencia de los minaretes persas, de ladrillo, los turcos son de piedra y decorados interiormente con mosaicos de terracota cubiertos por una delgada capa de esmalte. La Basílica de Hagia Sophia en Estambul, de planta central, es el arquetipo inspirador de esta variedad de mezquita.
La arquitectura de toda mezquita estaba realzada por la decoración. Mosaicos de porcelana o azulejos enriquecían tanto el interior como el exterior exhibiendo una opulencia y complejidad únicas. El mosaico y el alicatado alcanzaron el pináculo de su perfección durante las dinastías selyúcida y safávida en Persia y otomana en Turquía.
Los maestros artesanos del período selyúcida solían aplicar pequeños trozos de cerámica de forma irregular para conformar los diseños geométricos. En la época safávida, los azulejos fueron reemplazando al mosaico, permitiendo cubrir con más rapidez mayores superficies de la mezquita. Pintaban los dibujos sobre el ténue esmaltado de los azulejos, con óxidos de cobalto, cobre y antimonio, siendo el azul el color predominante.
Finalmente, hay un tercer tipo de arquitectura de arquitectura surgido en Turquía en la época de los selyúcidas, el caravanserail, una especie de hospedaje situado en las rutas de las caravanas cuyo objeto era alojar a los viajeros que cruzaban el desierto.
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Como la arcilla abundaba en el cercano oriente, la alfarería tuvo un interesante desarrollo. Los artesanos del islam, heredaron una tradición proveniente de los primeras civilizaciones del valle del Indo. Por ejemplo, la técnica del lustre, que desarrollaron los alfareros ábasidas es uno de los hitos centrales en la historia del arte islámico. La técnica en cuestión consiste en aplicar sales derivadas del cobre y la plata (metálicas) al material vidriado de manera tal que cociéndolo a baja temperatura, en un horno especial, se deposita una película de metal sobre la superficie de la pieza, de color dorado, verdoso o rojo. Si la película es muy tenue, el efecto es tornasolado (irisado).
La pintura es una forma artística muy destacada entre los países islámicos del lejano oriente. La incorporación de la caligrafía a las producciones gráficas es uno de los rasgos más característicos.
En los libros religiosos se desarrolló una pintura abstracta o geométrica, pero la pintura secular patrocinada por monarcas y nobles, responde a conceptos diferentes y suele ilustrar eventos de la vida cortesana. Algunas pinturas podían exhibir un mayor nivel de detalle y lo decorativo era menos importante que la exactitud en la observación. Para lograr el efecto de profundidad se utilizaba una perspectiva que combinaba el dibujo y el color, pero aún no se lograban los efectos de crear la ilusión del espacio a través de la perspectiva.
La alfombra es tal vez el objeto producido en oriente más valorado en el mundo occidental. La belleza exótica de estos productos cautivo a los cruzados y a Marco Polo, aún hoy en día siguen siendo objetos preciados.
Las alfombras orientales de origen persa, se caracterizan por los motivos florales. En las alfombras turcomanas, predominan los diseños geométricos, muchas veces como marcas tribales cuyo estilo se ha transmitido intacto a través de muchas generaciones.
Las alfombras de oración, se caracterizan por recrear la figura de una flecha, la cual debe orientarse a la Meca para llevar acabo los rituales prescriptos por el culto del Islam.