El perdíodo abarcado entre 1810 y 1870 se caracterizó por una importante proliferación de academias de bellas artes. Este fenómeno se hallaba en estrecha relación con la necesidad de elaborar nuevas formas expresivas dentro de un marco de legitimación oficial. Así los jóvenes se integraban a una modalidad que reemplazaba el antiguo papel del taller. En las academias, podían aprenderse las reglas ténicas y expresivas, al tiempo que se apuntaban aspectos históricos y literarios. Las academias asumían también el rol de conservar y estudiar el patrimonio artístico local a través de la creación de museos.
La enseñanza en el contexto de las academias era por cierto de caracter homogéneo, la creatividad individual estaba subordinada a criterios generales que en parte limitaban el despliegue de la subjetividad del artista, lo cual, hacia la segunda mitad del siglo fue derivando en un progresivo rechazo hacia los princpios del antes celebrado arte académico.
En 1806 se traladará a Roma en donde se verá influído por la pintura florentina y romana, particulamerte la obra de Rafael. Permanecerá allí unos dieciocho años.
En la frontera del Neoclasicismo y el Romanticismo, Ingres avanza hacia un nuevo ideal de belleza femenino. La espalda de la mujer desnuda se muestra claramente idealizada: el alargamiento antinaturalista es notablemente exagerado.