Durante la primera parte del siglo XIX, la pintura de los EEUU era aún dependiente de lo que sucedía en Europa. Si bien ya no se acostumbraba a la formación londinense como en el siglo XVIII, el aprendizaje solía realizarse en París y así fue hasta los tiempos de la segunda Guerra Mundial.
La escuela del Río Hudson el primer movimiento genuinamente norteamericano se generó a partir de la influencia de Constable y el realismo francés. El valle del Río Hudson y muchos otros escenarios vírgenes fueron los protagonistas de estas pinturas que partía de la realidad para transformarla en visiones románticas y sugerentes no del todo inocentes de cierto orgullo nacionalista.
En la segunda mitad del siglo XIX, algunos de los principales artistas estadounidenses como Mary Cassat, Sargent y Whistler se trasladaron a París y Londres en donde se relacionaron con el imprensionismo y otras nuevas tendencias.
La escuela de Río Hudson floreció entre 1825 y 1875 encontrando en Thomas Cole su ejemplo inspirador. La pintura de paisajes exhuberantes en los cuales se filtra una luz solar mágica y sugestiva, descubre la veneración de la naturaleza y una lectura espirtual de la belleza del paisaje.
Espléndidos retratos de la alta sociedad estadounidense, probablemente influído por Velazquez y Manet y comprables a los personajes desciptos por las novelas contemporáneas de Henry James ofrecen la imagen de una clase dirigente conciente del rápido aseson económico de los EEUU.