El término "impresionismo", cuando fue utilizado por primera vez en 1874. El término fue utilizado con claro sentido irónico, para referirse a las obras de una nueva generación de autores franceses como Monet, Renoir, Pissarro y Degas y otros.
Sucedió luego que los propios artistas aceptaron esta denominación y el impresionismo fue de a poco considerado un movimiento artístico de gran importancia.
En los intentos por describir esta nueva forma de representación plástica, se interpretó que estos artistas eran impresionistas en el sentido en que no representaban un paisaje sino que buscaban plasmar la sensación que éste producía.
El impresionismo como movimiento unificado, pertenece a la década de 1870. Luego, los artistas fueron evolucionando y sus trayectorias fueron más individuales. Se considera que la década del 60 fue un período de formación en donde los futuros impresionistas fueron configurando sus ideas y desarrollando las bases de su técnica.
Entre los objetivos del movimiento impresionista, podemos mencionar:
En conjunto, todos estos objetivos suponían una auténtica revolución en la concepción del arte. Es posible rastrear los orígenes del impresionismo en el énfasis por los datos objetivos y la observación directa de los pintores realistas, lo cual se hallaba en consonacia con el positivismo filosófico.
La utilización de color en los impresionistas se basaba en gran parte en los aportes de Chevreul quien observó que la yuxtaposición de los colores hace que éstos se modifiquen de manera tal que dos colores juntos, al ser observados desde lejos, se funden en un solo tono. Estas teorías fueron el fundamento de la técnica impresionista que utilizaba colores puros en el lienzo buscando el efecto visual a la mirada distante. En rigor, estas técnicas tuvieron sus precedentes en pintores como Delacroix y Constable.
Los aportes más notables de los impresionistas al arte fueron sin duda la liberación de la luz y el color así como la vocación de crear una sensación de impacto visual inmediato a través de una imagen.
Manet, especialmente culto, a diferencia de otros impresionistas, prefería el ambiente de los museos al aire del campo. Pertenecía a una familia burguesa de París y se esperaba de él que hiciera carrera en la marina. Sin embargo, logró conseguir autorización para dedicarse a la pintura, siempre y cuando completase estudios clásicos. Así, durante la década de 1850, largos viajes por los museos de Europa, lo pusieron en contacto con las obras de Tiziano, Rembrandt, Velazquez y Goya. De regreso en parís, próximo a los círculos del realismo literario y empezó a pintar inspirado en personajes reales, con figuras que se destacaban sobre fondos neutros a través de fuertes contornos.
Se suele decir que Manet afirmó el principio de libertad expresiva del artista ante cualquier objeto, sin tener que anclar la representación en temas "elevados" o tradicionales. No es osado observar que este concepto, aún sin desarrollar, es la base y el fundamento del arte moderno.
Hacia los años setenta, cuando Manet se involucró en el movimiento impresionista de manera tal que su paleta se aclaró. Sin embargo, siguió conservando en su haber una confrotación personal con los grandes maestros de la historia.
Esta pintura, emblemática del escándalo, retrata a una prostituta. Nunca antes, una prostituta había sido representada de modo tan directo. Manet, con esta composición, declara la superioridad del arte respecto al motivo. No importa cual sea el tema o el personaje. El valor de la pintura es de absoluta e intangible pureza.
Esta pintura, la última gran obra de Manet, reprsenta una escena abientada en uno de los famosos locales nocturnos parisinos. Se intuye el rumor de los parroquianos divertiéndose a la espera de un show, el aroma de los cigarros y hasta el borbotear del champagne. La figura dominante es la expresión cansada y fatigada de la protagonista. La camarera, una muchacha del pueblo, entre botellas y cristales, refleja una soledad interior y una sutil melancolía en el semblante.
La escena representa una reunión dominical de un grupo de amigos en un parque de las afueras de París. El almuerzo está pintado en primer término en parte sobre el traje abandonado de la mujer del centro. Las consecuencias eróticas de este planteo visual son atenuadas por la atmósfera natural con frescas sombras que alternan la luz del sol que se filtra entre los árboles.
Se da vuelta explíctamente y de modo descarado hacia el espectador. Se trata de Victorine Meurant, una guitarrista de locales de tercera fila, que fue modelo de muchas otras obras de Manet. No se trataba de una belleza clásica, pero su personalidad fue claramente atractiva para el artista.
La cesta volcada sobre la que sobresale el pan y la fruta, conforman un detalle sensacional que es de por sí una elocuente prueba de la calidad de la pintura de Manet, incluso desde la perspectiva de las reglas académicas.
La composición de esta obra se inspira en una obra de Tiziano. En efecto, la presencia de una segunda mujer, cubierta con una sola combinación, hace referencia al Concierto Campestre de Tiziano y hace simétrico el número de personajes. Se trata de un recurso que pmierte alargar los planos de la pintura y permite dirigir la atención del espectador hacia el fondo luminoso donde el verde oscuro de los árboles se abre en un claro soleado.
Para el público y los críticos, que en 1863 rechazaron la obra por considerarla opuesta al gusto académico, es aspecto más ofensivo e inmoral era la presencia de hombres vestidos con atuendos burgueses junto a una muchacha desnuda. El joven que puede verse de frente es Eugene Monet, hermano del artista. El hecho de que la obra no estuviese ambientada en un pasado distante, tornaba más perturbador su contenido, la referencia a la vida real era percibida con desagrado.
Mientras que la literatura francesa se centraba en la novela histórica, proponiendo personajes reales pertenecientes a la época, en el ámbito de la pintura, aparece la necesidad de liberarse de la formación académica rigurosa y monótona para dar cabida a sensaciones y sentimientos personales. En este contexto, Monet es considerado el padre del movimiento impresionista.
La producción de Monet, alternó escenas de la vida parisina con paisajes campestres o marinos y perseveró en la búsqueda de los efectos por la intersacción de los colores y la reflexión de la luz disolviendo cada vez más los contornos.
Su inclinación por el paisaje se debió a su amigad con Eugene Bodin (1824-1898). Así, la inicio de su carrera, Monet tomó del él su fascinación por los efectos atmosféricos cambiantes, y sus representaciones de los puertos y playas de Normandía, revelan una notable preocupación por el juego de luces sobre las supericies.
Su interés por los efectos ópticos también se aprecia en una serie de escenas nevadas que pintó en Honfleur y sus al rededores durante los primeros años de la década de 1860.
Hacia aquella época, su estilo acusa la influencia del arte japonés. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, y como consecuencia del establecimiento de relaciones entre Japón y Europa, empezó a conocerse la xilografía japonesa en color. Muchos de los grabados llegaban como envoltorios del té, por lo que podían adquirse a bajo precio en las tiendas en que se comercializaba. Enconces muchos artistas franceses los coleccionaban pues intuían en el arte japonés la posiblidad de revitalizar el propio estilo. Además, algunos motivos japoneses coincidían con los efectos que estudiaban en aquel momento, como por ejemplo la composicion descentrada con figuras vistas desde ángulos inesperados o semiocultos, la utilización de trazo negro o las grandes extensiones de color.
El creciente interés de Monet por la fotografía fue otro de los elementos que desempeñaron un importante papel en su concepción de la pintura.
Su representación de los transeuntes en "Boulevard des Capucines" fechada en 1853, representa a las personas como simples manchas negras, imitando perfectamente los efectos de las fotografías de la época, tomadas en placas de vidrio que tendían a hacer borrosas las formas en movimiento. Los impresionistas utilizaron en algunos casos fotografías auténticas y otras veces, la fotografía permitía contemplar objetos desde ángulos inesperados.
En esta obra de 1866, Monet tras una aparente libertad e inmediatez oculta un delicado y cuidadoso estudio de color: toda la pinturas se basa en variedades cromáticas (amarillo-rojo; azul-blanco-rojo) aludiendo a las dos banderas que flamean en lo alto.
Durante los últimos decenios de su vida, a final del siglo XIX, en el jardín de Giverny Monet comenzó a pintar la serie de los nenúfares que flotan sobre un estanque atravesado por un puente japonés. Esta serie de telas lo acercaría pues, a la abstracción.
Expuesta en 1874 junto a otras grandes obras impresionistas en la muestra parisina del estudio del fotógrafo Nadar, la pintura de Monet provocó airadas reacciones entre el público y los críticos.
En rigor, no se trata de la descripción de un paisaje sino de la impresión del pintor frente a un momento en particular. Se trata de un amanecer sobre un puerto fluvial, pero no es posible identificar un lugar exacto. En efecto, agua y cielo se funden en una única tonalidad azul, dominada por el rojizo.
En el centro de la escena aparece una mancha oscura y evanescente en la que puede reconocerse la forma de una pequeña embarcación con dos personas a bordo. La pintura se sitúa con claridad, alejada de toda tradición académica, la búsqueda de sensaciones de luz y color, contepladas directamente al aire libre, genera una evidente renuncia al dibujo y a las reglas de composición clásicas.
En el fondo de la esceba se intuyen confusas en la bruma, formas abstractas de grúas y de otras instalaciones. Los humos se desdibujan entre la niebla proyectando una particular vibración a través de los tonos de luz.
La esfera anaranjada del sol domina cromáticamente l apintura. Con un excepcional sentido de los efectos de color, Monet logró que esta tonalidad cálida se asimile a los fríos azules y grises predominantes. El efecto se logra evidentemente a través de los reflejos de la luz del sol sobre el agua y en las tonalidades proyectadas entre las nubes.
Renoir había nacido en una familia de artesanos de origen diferente a otros pintores burgueses del período como Manet, Cezane y Degas. Su procedencia fue tal vez la que lo inclinó a aportar al grupo la nota de alegría fresca ligada a placeres populares como los bailes y excursiones al aire libre o los paseos estivales a la sombra de los parques.
Cuando surgió el impresionismo, Renoir se identificó con los temas que le eran más cernaos: la escena parisina, los personajes, las situaciones, la animación de la ciudad. Y no tardó en revelarse como un gran retratista, con una sensibilidad notable por las jóvenes y los niños.
En 1881 realizó un largo viaje por Italia y su estilo sufrió grandes modifcaciones. Se interesaría así en amplias composiciones, vastos desnudos femeninos casí al estilo de Rubens. Atacado por una artritis progresiva y recluído hacia el final en una seilla de ruendas, Renoir incluso con el pincel atado a sus dedos sguió pintando hasta su merte celebrando la juventud y la belleza.
El pintor represento con amplio placer los lugares de encuentro domicales, los encontros al ire libre, el rumor de las risas y la conversación animada. Es esta quizá una de las obras más conocidas del impresionismo y pertenece al momento cumbre de la obra de Renoir, cuando los estimulos comunes a otros pintores del grupo se desarrollan en un estilo independiente e inconfundible.
El hombre que utiliza los prismáticos es Edmond, el hermano del pintor. Lo acompaña la célebre modelo Niní, luminosa y fresca. Es notable en todos los retratos femeninos de Renoir su dedicación a los ojos y los labios, dejando casi neutro el resto del rostro. Un detalle: la flor prenddida en el escote del traja a rayas es un exquisito detalle de sensibilidad pictórica.
Fue un don especial de Renoir su habilidad para captar la ternura, la sonrisa y la ingenuidad en los retratos infantiles. Evitaba recurrir la las posturas forzadas y a los trajes de ceremonia para priorizar los juegos y los movimientos espontáneos.
En este trabajo, Renoir encuentra una encatadora armonía entre las luces del jardín florida y una niña rubia que sostiene orgullosamente una pequeña regadera verde y sonrie feliz como si las flores fueran mérito propio.
Degas se apartó del impresionismo en tanto no centró su interés en la naturaleza sino más bien en las expresiones y emociones humanas, especialmente las femeninas.
Fue un refinadísimo dibujante y se caracterizó por no mostrar el mismo interés que otros impresionistas por el color y la luz. Debido a una enfermedad progresiva que afecto su visión y lo llevaría a la ceguera, Degas tendía a utilizar pinceladas rápidas casi podría decirse estenográficas.
Aún cuando la artista había elegido una profesión poco habitual para una muchacha de buena familia, su obra parece ser el fiel de reflejo de la antítesis del pintor maldito. En efecto sus telas suelen reflejar el tranquilo ambiente del que formaba parte. [[include:Woman_&_Child.allposters|center|]]
El estilo de Cassatt se basa en un dibujo nítido y seguro que parece revelar el estudio de estampas japonesas.
Se observa en la obra de Mary Cassatt una especial atención al escalofrío de la emoción y la sutileza de la psicología femenina. Cuando retrata juegos infantiles en la arena del litoral, la artista tiene la delicadeza de ubicarse fuera de la escena para no molestar a las niñas y poder captar toda la ternura de la situación.